Cuando era chica le teníamos respeto al río, o tal vez era
simplemente miedo. Nos contaban historias, temibles, magnificadas. Quizás el
temor de que algo nos pasara hizo que los adultos nos hicieran construir ese
miedo. Que el Chubut es angosto pero profundo; que hay corrientes internas; que
nadadores profesionales se han ahogado. Solía pensar en esas historias,
imaginar a esos nadadores de otro tiempo, abrazados por la muerte en las aguas
de su río amado. Recuerdo los vagabundeos solitarios por las chacras, y las
oníricas visitas al cementerio de la capilla. Las tramas misteriosas que
intentaba reconstruir parada frente a las tumbas: algunas muertes en el río que
pasaban por accidentes y en las que podían intuirse la desesperación y el
dolor, el final de un espíritu atormentado que había decidido decir basta y se
había entregado al abrazo líquido. Recuerdo también, ya en un pasado más que
cercano, el mismo río como triste escenario de la desaparición de Santiago
Maldonado.
Pero, aun con el miedo, el río estaba siempre ahí. No por
peligroso se hacía menos amado. Su nacimiento lejano, su persistencia en
círculos a lo largo de la tierra y su entrega al mar, fueron constantes en
nuestra vida. Acampar en el dique. Tomar mate en su orilla, en Gaiman o en las
chacras. Pescar en Playa, desde el muelle que dividía el agua en dos colores.
Cruzarlo una y otra vez, en auto, por la ruta, o sobre el endeble puente
Hendre, tan hermoso en su fragilidad de madera. Sentir su cercanía, el
estallido de verde en los bordes y el marrón en el centro. Su llegada al mar, a
pocas cuadras de casa, donde se convertía en un abanico de bronce invadiendo el
verde del Atlántico, cerquita de donde nadaba papá.
Hace unos años hice un increíble viaje, y escribí un texto
sobre un río lejano que me hizo pensar en nuestra fascinación por el agua. Me
doy cuenta ahora de que no hacía falta ir tan lejos: el río Chubut había estado
ahí, desde siempre, enviando el mismo mensaje. Esa eternidad de agua que fluye,
ese pacto de perpetuidad al que nos aferramos.
Los ríos son importantes. También el mar. El agua nos une,
zurca nuestras vidas. Protejámosla. A capa y espada. Contra lo que sea.
Qué lindo empezar el año leyéndote!!!
ResponderEliminarGracias Nacho!!
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