El poema 23 de
Alejandra Pizarnik pertenece al libro Árbol
de Diana, de 1962. Lo que sigue no es producto del embotamiento estival. Es un análisis realizado
en el marco de la materia “Teoría y Análisis Literario” de la carrera de Letras
de la Universidad de Buenos Aires (y una prueba de que en literatura, por
descocada que sea, cualquier interpretación es posible y hasta respetable).
23
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una
rosa
hasta pulverizarse los ojos
El poema 23, aun en algunas
ediciones en las que aparece solo, en el centro de la página y rodeado de
blanco, se presenta visualmente como parte de una cadena, un eslabón que insinúa
la existencia de algo que lo precede y algo que es posterior. El hecho de que
tenga por nombre simplemente un número, junto al comienzo con minúscula y la
ausencia de punto final, refuerza esta idea.
Nos encontramos ante dos secuencias que
sugieren una oposición, acentuada por el espacio en blanco entre los dos pares
de versos. Por un lado tenemos el mirar desde una alcantarilla abriéndose hacia
un espacio mayor —el mundo—, y por el otro está la idea de mirar, desde el
mundo, hacia un objeto pequeño —una rosa—. Si intentáramos plasmar este
contenido semántico en una figura geométrica, podríamos imaginar que el poema
inicia con un vértice (la alcantarilla) que se abre en forma de abanico (el
mundo), y que luego vuelve a cerrarse hacia el objeto pequeño (la rosa)
formando un rombo, una figura que se cierra y que vuelve a remitirnos al
eslabón de una cadena.
Adentrándonos en el léxico,
encontraremos que el campo semántico más concurrido corresponde al sentido de la
visión: “mirada”, “visión”, “mirar”, “ojos”. Otra constelación la forman
“mundo” y “rebelión”, aportando cierto contenido social. Quedan “alcantarilla”
y “pulverizarse” —que además tienen en común que desentonan con el registro del
resto—, y aquí entra en juego algo más físico y terrenal, que remite en el
primer caso al peso, la dureza, el metal, y en el segundo al polvo, a las
partículas de algún material. Pero llama la atención el uso reflexivo,
“pulverizarse”, que sugiere una
herida autoinfligida (por añadidura actúa sobre los ojos) y proviene de una
acción que se prolonga con insistencia: “mirar […] hasta pulverizarse”.
No hay un sujeto excepto ese que
“pulveriza” sus ojos y aparece al final, pero si tomamos la primera palabra, “una”,
y la conectamos espacialmente con las palabras que se encuentran por debajo, “puede
ser”, formamos “una puede ser”, y si vamos más allá, tenemos “una puede ser
una”: hay un sujeto femenino que logra
ser “a pesar de”. También “mirada” y “ser” se relacionan verticalmente, y
podría considerarse que el ser se
hace posible por la acción de mirar. De la misma manera quedan conectados
“alcantarilla” y “mundo”, arrojando sobre “mundo” una connotación negativa.
Desde un abajo (debajo de la alcantarilla) hay alguien que ve pero no puede ser
visto, observa un mundo del que no forma parte. Pero en “alcantarilla” se abre
una posibilidad: hay una relación con la boca (“boca de alcantarilla”), y
dentro de la palabra tenemos “cantar”. Es decir mirar al mundo, cantar, hablar.
También en “pulverizarse” se abre un doble juego: aparece “erizarse”, y eso nos
lleva a la idea de conmoción, de impacto, no necesariamente en un sentido
negativo.
En relación al género, vemos una
fuerte presencia de lo femenino: “una mirada”, “la alcantarilla”, “una visión
(del mundo)”, “la rebelión”, “una rosa”. Lo masculino irrumpe apenas en ese
“mundo” mirado y en los “ojos”, aparece del lado de lo que se pulveriza. Quedan
del lado femenino la mirada, la visión, la rebelión.
Si volvemos a
observar el poema en su espacialidad, vemos sobresalir hacia la derecha,
solitariamente, la palabra “rosa”. Es una flor —Alejandra Pizarnik se llamaba
en realidad Flora— que trae consigo una carga simbólica importante: pasión,
color rojo, color rosa, naive, rosa
de los vientos, rozagante, etc., en términos generales asociada a connotaciones
positivas. Volviendo a la primera palabra, “una”, veamos cómo se reitera en el
segundo verso y en el tercero, formando un dibujo descendente y que progresa
hacia la derecha:
una
una
una
Una mirada, una visión, una rosa.
Hay una reiteración de ese sujeto femenino que avanza hacia la rosa, que “se
escapa” del poema hacia adelante.
Anushka,
ResponderEliminargracias ante todo por hacerme descubrir a Pizarnik! Y si fuera tu profe, te pondría un Muy Bien 10 Felicitado! Con un sellito con carita sonriente, como se usa ahora en las correcciones de la primaria de mis hijos... ;)
Besos,
Nacho
Me encantó el análisis. Siempre me gustó esta poesía, ahora muchísimo más.
ResponderEliminarFantástico. Mi excesivo formalismo me había hecho olvidar que un poema es todo un campo de posibilidades. ¿Leísteis a Derrida o aprendísteis deconstrucción con otro autor? Gracias. Tienes un nuevo seguidor.
ResponderEliminarHola Francisco! Va con delay mi respuesta. Algo de Derrida he leído, pero casi todo proviene de las clases de Delfina Muschietti en la asignatura que cursaba por entonces, Teoría y análisis literario. Gracias por tu comentario!
EliminarEs muy original el análisis.
ResponderEliminarMuchas gracias Nicolás!
ResponderEliminarSiempre me ha gustado esta frase de la Pizarnik, Ana. De hecho podría decir que con ella me atrapó su poesía hace muchos años.Me parece formidable tu forma de haber deconstruido el pequeño poema. Y creo que aún faltarían cosas por decir en cuanto a su visión del mundo al escribirlo. Y también su visión de la vida y la poesía, que me parecen totalmente visibles en esto que escribió. Gracias.
ResponderEliminarEn serio dije esto?
ResponderEliminarPara mi, la rosa es la causa y pulverizarse es la muerte. Lo entiendo como morir por la causa. Todo esto emerge desde la alcantarilla. Slds.
ResponderEliminar"la rebelión" no dice?
ResponderEliminarMuy buen análisis, me encantó.
ResponderEliminarExquisitas perspectivas. Gracias!
ResponderEliminarque significa pulverizarse los ojos
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