Cric cric. Sssssss. Fffff. Sí, más o menos así suenan el
aullido parejo del viento, un grillo medio
pelado y aburrido que canta entre un bostezo y otro, más alguna que otra mata
que pasa rodando como en las películas del viejo oeste. Eso es
todo lo que se puede encontrar, con suerte, en la última entrada del blog de
una persona que está de vacaciones —y que tampoco durante el año, ni siquiera
en sus etapas más hiperkinéticas, se calienta demasiado por mantener los
anaqueles llenos de mercadería fresca—. Así son los artistas, ¿vió? Al menos
los vagos. O sea: me declaro oficialmente de vacaciones.
Si alguno, por
obra y gracia de ese guarango que se hace llamar destino, cayó por estas
tierras, le aconsejo: no piense mal de mí. Hágame el favor de hacer clic acá al
costadito nomás —sí, sí, ahí, a la derecha— en esa lista de entradas más populares
(o menos impopulares) que el resto. O ponga su mano en la linda nubecita de títulos
que hay más arriba, en donde encontrará algunas reseñas de libros recomendados,
unas cuantas crónicas, dos (2) cuentos que no son lo mejorcito que tengo pero
ahí están, y unos cuantos textos más. Es que acabo de leer que tengo la
friolera de cuarenta y ocho (sí, ¡cuarenta y ocho!) entradas en este blog, y
bajo esa luz me pareció de lo más respetable sentarme a descansar sobre ellas,
que para algo está todo eso de la perdurabilidad de la palabra escrita, el
trascender, y qué se yo qué más que dicen sobre el lenguaje y la escritura.
Agrego entonces
una última onomatopeya, y no se diga más hasta marzo.
Zzzzzzz.
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