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El frío
es un factor interesante, una suerte de enemigo predeterminado para el que nos
estuvimos preparando con cuidado. Un pullover, dos poleras, campera, botas, guantes,
gorro. La lista completa de nuestra futura armadura.
Hace
frío en invierno, pero también en otoño, en algunas noches de primavera y
extrañamente en alguna noche de verano. Hace frío en las esquinas con viento,
en la cima de las montañas, en las oficinas de las empresas pudientes, en la
oscuridad de los bosques y cerca de las heladeras en los supermercados. Hace
frío en los cines, en los aeropuertos, en los shoppings y en cualquiera de esos
lugares que a lo largo del mundo, no importa dónde, se replican a sí mismos
como miembros de un ejército desperdigado pero invencible. Y por supuesto, hace
frío en los aviones.
Miro
desde la ventanilla del taxi los casi 24 grados de Buenos Aires y me acomodo el
polar contra el cuerpo (me da una pereza enorme sacármelo y llevarlo doblado
bajo el brazo). Es que va a hacer frío en Praga.
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