© Eugenia Martinez fotografías
Elimino alarmas. Seis y media,
levantarse. Siete, apagar la tele. Sin alarmas. El tiempo continuo.
Ni interrupciones apremiantes, ni sonidos que laceran los oídos y recuerdan que
hay que estar de pie, a tiempo. Eliminar, apagar, desactivar. También nosotros
impondremos sobre nuestros cuerpos la inconexión forzada, la instauración de un
régimen absurdo de luz en la oscuridad, de oscuridad en luz.
¿Qué importa qué
hora es si no hay un dónde, después de todo?
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