Hoy las noticias brotan del televisor e invaden el cuarto mientras desayuno. Lo de siempre. Regresan los deportados de Sudáfrica. Escándalo en Ezeiza. Balean a un hombre que intentó resistirse a un asalto. Y la última, la que queda rebotando entre las paredes y resonando en mi conciencia. Cerati está grave. Se habla de un daño cerebral extenso.
Las lágrimas tratan de aflorar. Al principio casi no las entiendo.
Me llegan las imágenes de un futuro cercano, posible: el declive de la vida —que conozco tan bien, que viví tan de cerca—. Esa recta final que sólo termina en un lugar. La mirada ausente, preocupada ahora por las demandas más primitivas del cuerpo. El rostro desencajado, apenas reconocible, de alguien que ya no es quien era. Las piernas inertes, quizás. La palabra ausente, quizás. La voz que solía envolvernos, muda.
Y entonces llegan las otras, no las del futuro: las imágenes del pasado.
Una canción que brota de un radiograbador de doble casetera en la gomería de Caco. Un asalto. Nosotras que aceptamos bailar lentos, pero con los brazos extendidos, marcando la distancia.
Andrea y yo a la vuelta de un verano, charlando, midiendo lo que habíamos madurado en esos tres meses, con jeans nevados y aros flúo en nuestras orejas, escuchando "Prófugos".
Una habitación a oscuras, en alguna casa indescifrable de las tantas que hubo en mi infancia: "Cuando pase el temblor" golpeándome en el centro, conectando con algo que dolía, no recuerdo bien qué.
Porque todo eso somos, también.
Y ahora entiendo las lágrimas.
Las lágrimas tratan de aflorar. Al principio casi no las entiendo.
Me llegan las imágenes de un futuro cercano, posible: el declive de la vida —que conozco tan bien, que viví tan de cerca—. Esa recta final que sólo termina en un lugar. La mirada ausente, preocupada ahora por las demandas más primitivas del cuerpo. El rostro desencajado, apenas reconocible, de alguien que ya no es quien era. Las piernas inertes, quizás. La palabra ausente, quizás. La voz que solía envolvernos, muda.
Y entonces llegan las otras, no las del futuro: las imágenes del pasado.
Una canción que brota de un radiograbador de doble casetera en la gomería de Caco. Un asalto. Nosotras que aceptamos bailar lentos, pero con los brazos extendidos, marcando la distancia.
Andrea y yo a la vuelta de un verano, charlando, midiendo lo que habíamos madurado en esos tres meses, con jeans nevados y aros flúo en nuestras orejas, escuchando "Prófugos".
Una habitación a oscuras, en alguna casa indescifrable de las tantas que hubo en mi infancia: "Cuando pase el temblor" golpeándome en el centro, conectando con algo que dolía, no recuerdo bien qué.
Porque todo eso somos, también.
Y ahora entiendo las lágrimas.
Muy bueno el blog. Muy bueno. Gracias
ResponderEliminarCali