"...sitting in his nowhere land, making all his nowhere plans for nobody".

6 de diciembre de 2019

Recuerdos del futuro


Mantenlo prendido
María Ferreyra
Peces de ciudad – 2018

Lo malo de las reseñas de libros es que detrás de cada una de ellas hay siempre un escritor. ¿Y qué hacen los escritores? Intentan lucirse, por supuesto. Empuñan con tal audacia sus armas hechas de palabras que a veces los libros reseñados quedan allá al fondo, detrás del humo y el ruido, como si fueran lo que menos importa.

Pero hace poco escuché decir que la escritura tiene que ser honesta: marche entonces un breve ejercicio de honestidad para hacerle justicia a este precioso libro de María Ferreyra, Mantenlo prendido (Peces de Ciudad, 2018).

Debe haber en la literatura casi tan pocas probabilidades como en el amor. De encontrarse, digo. Que las palabras de otro den con tanta puntería en lo que más gusta o duele, en lo que más conmueve.

Algo de eso sentí al leer los ocho cuentos cortos que componen este libro. Hay de todo aquí: pequeñas crónicas que muerden los hechos de nuestra historia reciente. Un relato de color rojo, en íntima segunda persona. El horizonte a través de la ventana de una cocina, el tiempo que se desvanece, un loop temporal que aniquila. Soledad, fragilidad, gran incendio. Lúcidos recuerdos del futuro: un muchacho que será muchacha, un pañuelo que pronto será verde.

Me gusta la escritura de María Ferreyra porque está salpicada de pequeñas disidencias. Huellas, tal vez, de esa lejana y presente, sutil extranjería que acarrea en su biografía. Es un lenguaje cercano, palpable, que para dar en el centro circula por periferias, y nos hace aquí y allá esos regalos: una palabra distinta —punzada al léxico—, conjugaciones inesperadas, alguna frase que esconde una arquitectura diferente a la que solemos transitar.

“En algunas islas no hay casas ni gente. Hay territorios que no han sido tocados por la civilización. Detrás de esos juncos debe haber jabalíes y ciervos. Mojarras, palmeras y musgo. Tengo la misma reserva que con las casas de familia: mi paso dura tan sólo unas remadas. Cuando les doy la espalda, un ciervo me ve partir entre las ramas, me ha visto, me ha visto”.

No sé lo que me produce ese párrafo, pero es algo inmenso. Más breve y honesta que eso, juro que no puedo ser.

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