"...sitting in his nowhere land, making all his nowhere plans for nobody".

25 de diciembre de 2019

El mismo río


Cuando era chica le teníamos respeto al río, o tal vez era simplemente miedo. Nos contaban historias, temibles, magnificadas. Quizás el temor de que algo nos pasara hizo que los adultos nos hicieran construir ese miedo. Que el Chubut es angosto pero profundo; que hay corrientes internas; que nadadores profesionales se han ahogado. Solía pensar en esas historias, imaginar a esos nadadores de otro tiempo, abrazados por la muerte en las aguas de su río amado. Recuerdo los vagabundeos solitarios por las chacras, y las oníricas visitas al cementerio de la capilla. Las tramas misteriosas que intentaba reconstruir parada frente a las tumbas: algunas muertes en el río que pasaban por accidentes y en las que podían intuirse la desesperación y el dolor, el final de un espíritu atormentado que había decidido decir basta y se había entregado al abrazo líquido. Recuerdo también, ya en un pasado más que cercano, el mismo río como triste escenario de la desaparición de Santiago Maldonado.

Pero, aun con el miedo, el río estaba siempre ahí. No por peligroso se hacía menos amado. Su nacimiento lejano, su persistencia en círculos a lo largo de la tierra y su entrega al mar, fueron constantes en nuestra vida. Acampar en el dique. Tomar mate en su orilla, en Gaiman o en las chacras. Pescar en Playa, desde el muelle que dividía el agua en dos colores. Cruzarlo una y otra vez, en auto, por la ruta, o sobre el endeble puente Hendre, tan hermoso en su fragilidad de madera. Sentir su cercanía, el estallido de verde en los bordes y el marrón en el centro. Su llegada al mar, a pocas cuadras de casa, donde se convertía en un abanico de bronce invadiendo el verde del Atlántico, cerquita de donde nadaba papá.

Hace unos años hice un increíble viaje, y escribí un texto sobre un río lejano que me hizo pensar en nuestra fascinación por el agua. Me doy cuenta ahora de que no hacía falta ir tan lejos: el río Chubut había estado ahí, desde siempre, enviando el mismo mensaje. Esa eternidad de agua que fluye, ese pacto de perpetuidad al que nos aferramos.

Los ríos son importantes. También el mar. El agua nos une, zurca nuestras vidas. Protejámosla. A capa y espada. Contra lo que sea.

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