"...sitting in his nowhere land, making all his nowhere plans for nobody".

6 de diciembre de 2010

La vida conforme pasan los sufijos


Ya sabemos que el lenguaje, además de ese maravilloso y noble propósito de nombrar al mundo y sus objetos, puede tener algunas implicancias indeseables: a veces ata, restringe, estigmatiza. La fonética que se nos impone en la etiqueta lingüística de determinada palabra, dependiendo de la red de asociaciones que despierte, impactará en nosotros de un modo positivo o negativo, y esas impresiones difícilmente pueden ser revertidas. Si un bagre es un pez feo y grotesco, probablemente palabras similares nos remitan a él y “nos suenen feas”. Si conocimos en nuestra vida a un anciano de pelo hirsuto, barba enmarañada y mirada hostil que se llamaba “Eleuterio”, seguramente estaremos en un aprieto cuando nuestro mejor amigo nos cuente muy contento que así nombró a su hijo recién nacido.

Armadas de esos estigmas difíciles de sacudir, como rígidas camisas almidonadas, vienen las palabras que se refieren a nuestra edad o a una década determinada de la vida.

Pensemos por ejemplo en quinceañero. Y casi enseguida, veinteañero. Juventud, despertar del amor, primavera de la vida: seguro a todos nos suena bien, nos remite a cosas buenas. Nada malo parece deparar este sufijo, “ero”, que si mal no razono, no se relaciona con el dios del amor, aunque bien podría.

Seguimos con treintañero. Esto sigue sonando bien –vamos, somos jóvenes, nos vemos bien, y hasta podemos pagar nuestros propios recitales-, pero intuimos que algo se avecina. Será que trastabillamos un poco con la pronunciación porque cierta prolijidad interna nos hace querer decir “treintaañero”. Y esa pelea entre las dos aes que se disputan un lugarcito en la palabra es quizás el presagio de lo que vendrá. Porque se acercan los cuarenta años de nuestra existencia.

Qué hito, si los hay. Y ni qué decirles de la palabra, porque se viene la tan temida “cuarentón”. Sí, lejos han quedado Eros y su magia sensual. El sufijo “tón” suena a lo que es: un golpe en la cabeza, un sacudón por si nos estábamos quedando dormidos.

Y si veníamos complicados, en el siguiente paso las cosas se ponen, como decía mi papá, espesas. Cincuentenario. Casi morimos de risa un día con mi mamá al leer en una novela rosa la frase “La majestuosa cincuentenaria entró en la habitación…”. Porque ella, que en ese momento tenía cincuenta, hermosa e inteligente, no tenía nada de la pomposa decrepitud que evocaban esas palabras. En el sufijo “ario”, cuestiones raciales aparte, comienza a adivinarse ese tufillo a polvoriento aniversario de alguna institución añeja.

Lo mismo ocurre con septuagenario, octogenario y nonagenario: son palabras tortuosas y laberínticas que seguramente estarían más cómodas en un diccionario de mecánica que adjetivando personas.

Finalmente, y si tuvimos suerte, llega la ostentosa “centenario”. No creo que haya mucho después de ésta, y a menos que seamos una revolución, un banco prestigioso o alguna república pujante, pareciera que ahí hay que morirse. Y fin de la historia.

Eso sí: aunque poco pueda hacerse contra los caprichos de lo biológico, siempre queda la opción de vivir plenamente. Que nos importen un cuerno las convenciones, y las palabras… todavía menos. Acaso escapar al látigo de esos sufijos sea uno de los desafíos más grandes de nuestro paso por la vida.

Y en eso, tal vez pueda ayudarnos el hijo de nuestro amigo. Quizás el pequeño Eleuterio se convierta en un nene simpatiquísimo y un día venga, con pucheros y sonrisas, a borrar los malos resabios de las palabras de siempre que, poco a poco, sí logran transformarse.

10 comentarios:

  1. Je je je. Me sacaste una sonrisa. Que texto tan rico. Me encantó. Qui imaginación para sacar de unos tristes sufijos un texto tan elocuente.

    Un abrazo.

    Que tengas buen día.

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  2. Bellísmo, me encantó y me dejó pensando en algunas cosas que ya te comentaré. Un beso.

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  3. David: muchas gracias!
    Caro: me dejás intrigada! Beso!

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  4. Ja, genial! Coincido con la conclusión, habrá que poner actitud para llevar los sufijos con la frente bien alta, y si todo es un ciclo y vuelven a aparecer los "Eleuterios"... ayudarlos con un buen apodo para sobrevivir la adolescencia!

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  5. Una cuarentona pasa por tu blog para agradecer tu visita al mío! Tu comentario me animó mucho al ver que nuestra situación es parecida...La duda es si estamos locas por querer cumplir un sueño... o si somos las más cuerdas por la misma razón!
    En cualquier caso, siempre adelante, no lo olvides! Un abrazo y suerte!

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  6. Sebas: como decís vos, gracias por pasar. Valoro tus opiniones aún más allá de éste "código" de lealtad entre bloggers. Abrazo!

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  7. Mercedes: como ya te dije, es muy reconfortante reconocerse en otros. No sé si estamos locas o cuerdas. Como sea, disfrutamos de esto, y es lo único que necesito saber. Un abrazo y nos estamos leyendo.

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  8. Nicol: gracias por la sugerencia, voy a visitar la página. Saludos.

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  9. Anita, amiga, me gusta mucho leerte. Saussure y Chomsky un poroto con el análisis linguístico. Me hizo ruido tu descubrimiento ya que en lo personal me estoy acercando a los cuarenta...espero que el palazo no sea en la nuca!
    Segui que te sigo!! Besotes

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  10. Mariel: sabrás que por acá andamos en la misma. Mirá, yo pensaba quedarme con los dos últimos párrafos, y a otra cosa. Besos!!

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