"...sitting in his nowhere land, making all his nowhere plans for nobody".

23 de noviembre de 2010

La construcción de la memoria

-Es un libro grande, de color violeta –inquirí ya casi desesperada, mientras alzaba las manos para mostrarle el tamaño del libro.
-¿Violeta? -el empleado de la fotocopiadora me miraba incrédulo, dubitativo. Ya había buscado por todos lados.
–Sí, se llama algo así como “el autismo en el aula” –agregué, esperanzada. Yo también empezaba a dudar de todo. Era la encargada de buscar un libro que otra persona había dejado para fotocopiar, un libro que había hojeado por escasos segundos. ¿Sería ese el lugar? ¿Se lo habrían dejado a alguien más? ¿Habrían perdido el libro?
-Es violeta –repetí en un último intento, como si remarcando mis palabras el libro pudiera materializarse en alguna parte del mostrador.
El chico buscó un poco más y se acercó hacia mí con cara de perplejidad y un libro verde en la mano.
-¿No es este? –preguntó, ya sin otros recursos.
Miré el libro y sí, era ese. Pero era absoluta e irremediablemente verde. ¿Por qué yo había estado tan segura de que era violeta?
Siempre tuve la sospecha de padecer cierta clase de daltonismo: hay un grupo de colores (violeta, bordó, “obispo”, turquesa) que por algún motivo me resulta difícil distinguir y evocar, y los imagino en mi memoria visual pegando sus cuerpos unos con otros, entrelazando sus manos y piernas como apretados pasajeros de un colectivo lleno. Pero esta vez supe que se trataba de mi memoria, a secas.
La memoria, o la buena memoria, es una virtud tan poderosa como traicionera. Haciendo a un lado el comprensible temor de olvidar, y todos los intentos que hacemos para que eso no pase, cuando sí recordamos, lo hacemos de un modo caprichoso y a veces fallido. ¿Cuántas veces una persona que nos conoce recuerda algo sobre nuestra propia historia que nosotros hemos borrado? ¿Cuántas veces distintas personas recuerdan cosas diametralmente opuestas sobre la misma situación? ¿O recuerdan como relevantes aspectos que los otros consideraron nimios? En este penoso oficio que es recordar existen tantas versiones como personas. El libro de la fotocopiadora era verde, pero por algún motivo había impactado en mí con toda la fuerza del violeta.
Pienso entonces en lo maravilloso de construir memoria colectivamente. No quedarnos con nuestra versión, sino contraponerla con la de los otros, volver a enriquecernos con lo que el otro vio y sintió, sorprendernos de cuánto pueden diferir las sensaciones.
Hace unos meses, después de largos años de silencio de ambas partes, me reencontré con una amiga. Tuvimos una larga charla telefónica en la que, entre otras cosas, recordamos un episodio que las dos habíamos casi borrado: unas clases de francés que tomamos juntas con una mujer, en una casa de San Telmo vieja y ruinosa. En algo nuestras memorias coincidían: el recuerdo de aquellos días como un vago sueño fantasioso y pintoresco, un pasaje inverosímil y luminoso de nuestra existencia, rayano en la magia. La mujer, su voz cavernosa de antigua fumadora. La casa desordenada, poblada de muebles, papeles e infinitos trastos. Una suerte de semblanza de la pobreza, la soledad, la locura. Entonces, la memoria de los otros vuelve a sorprenderme: Carolina recuerda un gato que yo no, un gato gris y peludo, el gato de la mujer. Uno de esos reyes de pocos súbditos que resplandecía en un rincón de la casa. Y yo, evoco al “barbudo”: un viejito flaco de pelo y barbas grises, que un día la mujer nos presentó y cuya muerte nos anunció al poco tiempo. “¿Se acuerdan de mi amigo el barbudo? Se murió”, dijo con simpleza, tristemente.
Qué curioso. Para mí no existía el gato, y el “barbudo” había desaparecido de los recuerdos de Carolina. Pero hablando, las dos recuperamos un pedazo de nuestra historia, de la historia de nuestras sensaciones. Hablar, comunicarse, compartir el presente pero también el pasado: edificar una suerte de memoria compartida, construida de a dos, de a varios, de a muchos.

3 comentarios:

  1. (...) "el recuerdo de aquéllos días como un vago sueño fantasioso y pintoresco, un pasaje inverosímil y luminoso de nuestra existencia, rayano en la magia" (...)
    Gracias por invitarme a recordar aquellos momentos.
    Me emocionó mucho tu cuento.

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  2. Gracias Nacho!! Como siempre, un capo.
    Caro: de nada, y gracias a vos, en realidad. Un beso grande.

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